El origen de los anillos de Júpiter


Un descubrimiento notable de las últimas décadas ha sido el de los anillos planetarios. Durante tres siglos Saturno fue el único planeta al que se le conocian anillos, hasta que en 1977 se descubrieron varios anillos oscuros alrededor de Urano. Tan solo dos años después, la sonda espacial "Voyager 1" descubrió los delgados anillos de Júpiter. Finalmente, en 1989 el "Voyager 2" confirmó las sospechas de anillos alrededor de Neptuno. Todos estos sistemas de anillos tienen características propias, y ninguno de los descubiertos en este siglo puede compararse en amplitud, y sobretodo en belleza, a los anillos de Saturno. En particular, los anillos de Júpiter son los menos prominentes de todos.

La estructura y el origen de los anillos ha sido una cuestión de interés desde el siglo XVII. Christiaan Huygens, el descubridor de los anillos de Saturno, propuso que se trataba de anillos sólidos. Este modelo se fue modificando: en 1789 Herschell propuso la existencia de dos anillos sólidos, para explicar la división en los anillos descubierta por Cassini un siglo antes. Casi al mismo tiempo, Pierre Simon de Laplace arguyó que el sistema debía estar formado de una gran número de anillos delgados. Cuando en 1848 se descubrió el tenue anillo C, a través del cual es posible ver a Saturno, la idea de anillos sólidos perdió credibilidad. Fue a partir del trabajo de Edouard Roche, el siglo pasado, que surgió el concepto de anillos formados de anillos formados por pequeñas partículas. Roche mostró que a la distancia que tienen los anillos de Saturno, el planeta destruiría un satélite al estirarlo mas fuertemente de lo que este podría soportar, dando lugar a un gran número de partículas de pequeñas dimensiones. Hoy en día suponemos los sistemas de anillos formados por partículas que tal vez no sean mayores que las que forman el polvo que hay en nuestros hogares. Hace apenas una semana, científicos de la NASA reportaron haber descubierto de donde proviene el polvo que forma los anillos de Júpiter.

Imágenes tomadas por la sonda Galileo, en órbita alrededor de Júpiter desde hace dos años y medio, ha tomado unas cuarenta fotos de los anillos y las lunas menores del planeta. Estas observaciones muestran como el polvo de uno de los anillos mas delgados proviene de las lunas Amalthea y Thebe. Partiendo de estos datos, los científicos creen que el anillo principal de Júpiter debe originarse de la pequeñas lunas Adrastea y Metis. Al parecer los impactos de meteoritos interplanetarios en las lunas jovianas levanta este polvo. La fuerte atracción gravitacional que ejerce Júpiter, el planeta mas grande del sistema solar, hace que estos meteoritos se acerquen y choquen con las lunas a gran velocidad, dando lugar a una mayor emisión de polvo. Este mecanismo funciona mejor en las lunas pequeñas, ya que el campo gravitacional de las lunas grandes hace que el polvo levantado vuelva a caer sobre ellas. En el caso de Adrastea, satélite de tan solo ocho kilómetros de diámetro, el impacto de un meteorito de alta velocidad da lugar a una gran cantidad de polvo arrojado fuera de ella, pero destinado a orbitar a Júpiter.

La sonda Galileo, planeada originalmente para funcionar durante dos años, ha sido extendida por otros cuatro, en lo que se denomina ahora misión Galileo Europa. Galileo, ademas de estudiar los anillos de Júpiter, ha obtenido imágenes notables de sus lunas mayores, las llamadas lunas galileanas, y ha hecho mediciones del campo magnético del planeta. En estos momentos, una sonda similar llamada Cassini - Huygens se halla en camino a Saturno para el primer encuentro del siglo XXI con el planeta de los anillos. Los resultados de la misión Galileo, ahora Galileo Europa, permitem cierto optimismo en cuanto al eventual exito de la misión Cassini - Huygens. Con suerte en unos pocos años podremos ver como se origina el exquisito sistema de anillos del otro gigante del sistema solar.


Esperanza Carrasco Licea & Alberto Carramiñana Alonso
Diario Síntesis, 22 de septiembre de 1998

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