Venus y los ciclos de Kukulcán


Venus es, aparte del Sol y la Luna, el objeto mas brillante y notorio del cielo. Siendo, al igual que Mercurio, un planeta interior, Venus nunca se aleja en el cielo demasiado del Sol y por ello los antiguos mexicanos ligaron este objeto con el astro rey. Lleva una doble identidad, durante unos meses es el "lucero del alba" y durante otros la "estrella del atardecer". No es accidental que en distintas culturas Venus haya sido uno de los astros mas venerados. El especial interés en Venus persiste hasta nuestros días: es justamente a Venus a donde se han mandado el mayor número de naves espaciales.

Como lo describe Jesús Galindo en su libro "Arqueoastronomía en la América Antigua" (editado por CONACYT), es notable la importancia que tenía Venus para los Mayas, quienes la conocían bajo varios nombres: Xux Ek o estrella avispa, ya que creían que en determinados momentos la luz del planeta era perjudicial; Nok Ek, la gran estrella, y sastal Ek, la estrella brillante, por su intenso brillo; chac Ek, la estrella roja, por el color que adquiere cuando está cerca del horizonte. Venus es también Ahzab Kab Ek, la estrella que despierta a la Tierra. Venus está asociada a Kukulcan entre los Mayas, el equivalente Maya de Quetzalcoatl.

Cuando uno considera el movimiento de un planeta el ciclo que rige su posición en el cielo es el denominado ciclo sinódico, que es el lapso de tiempo que tarda el planeta en cuestión en adquirir la misma posición relativa con el Sol y la Tierra. En el caso de Venus el periodo sinódico de 584 días era dividido en cuatro partes por los Mayas: durante 236 días Venus es la estrella de la mañana (Ahzab Kab Ek); los 90 días posteriores corresponden al paso de Venus por atrás del Sol (o conjunción superior); después vienen 250 días en que Venus es la estrella de la tarde seguidos por un breve, pero importante, período de 8 días en los cuales Venus se halla en la conjunción inferior (es decir enfrente del Sol) y desaparece al no poder reflejar la luz de éste hacia la Tierra. Es al reaparecer después de los 8 días, que dura la conjunción inferior, que se creía que su luz podía ser altamente perjudicial para los hombres, causando "muerte, pestilencia y destrucción", dependiendo del día en que se produjera la reaparición dentro del calendario ritual de 260 días. La creencia de la mala influencia que podría tener Venus al reaparecer después de la conjunción inferior, persistió hasta los Aztecas, quienes de acuerdo a los anales de Quauhtitlán, pensaban que sus "penetrantes rayos" podían causar heridas.

Pero era en la obsesión de los Mayas por los ciclos donde residía en gran parte la importancia de Venus: 5 ciclos sinódicos de este planeta corresponden casi exactamente a 8 años de 365 días (5 X 584 días = 8 X 365 días = 2920 días). La conexión con el "año ritual" de 260 días se daba después de un Huehuetiliztli, período de 104 años que corresponde a 65 ciclos sinódicos venusinos y 146 "años rituales". Estos números están redondeados, ya que el ciclo sinódico de Venus es en realidad de 583.92 días mientras que el año dura 365.24 días. Los Mayas hicieron elaboradas tablas para corregir las pequeñas discrepancias entre el periodo sinódico de Venus, el año y otros ciclos. Así, al haber transcurrido 301 ciclos de 584 días, los Mayas habían restado en total 24 días (en forma análoga a nuestra costumbre de agregar un día cada cuatro años) y con esta corrección podían predecir la posición de Venus con un error de tan solo 2 horas en 481 años! El conocimiento de esta última corrección por los Mayas es sin duda uno de los descubrimientos mas sobresalientes de la astronomía antigua.

La importancia que los Mayas daban a Venus llegó al punto que el diseño del templo de El Caracol, considerado como el mas importante observatorio astronómico de los Mayas, está fuertemente influenciado por la trayectoria de Venus en el cielo: por ejemplo, la alineación de su base con la puesta mas al norte de Venus difieren menos de un grado. El culto a Venus persistió hasta el tiempo de los Aztecas, quienes la denominaban Huey Citlalín, la gran estrella, y en su carácter de estrella de la mañana era asociada con Quetzacoatl.


Esperanza Carrasco Licea & Alberto Carramiñana Alonso
Diario Síntesis, 9 de Abríl de 1996