SEMBLANZA DE GUIDO MÜNCH

Por Emmanuel Méndez Palma


El día de hoy el Instituto Nacional de Astrofísica, Optica y Electrónica le otorga su máxima distinción académica, el Doctorado Honoris Causa, a Guido Münch Paniagua. Agrega así un reconocimiento más a la serie de galardones obtenidos en su fructífero camino dentro de la investigación científica.

De hecho, Guido Münch es el investigador, nacido en México, con el mayor número de distinciones recibidas. Sólo para mencionar las principales: fue admitido como miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias en 1962, ingresó a la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en 1967, uniéndose a dos ilustres mexicanos que ya habían sido galardonados anteriormente con esa membresía: Alfonso Reyes y Arturo Rosenblueth. Más adelante, en 1974, le fue otorgada la medalla de la NASA al Mérito Científico Excepcional. El premio Príncipe de Asturias le fue concedido en 1989.

El es originario de una bella región de nuestro país, que en tiempos prehispánicos fuera extenso territorio tzotzil: los Altos de Chiapas. San Cristobal de las Casas es su ciudad natal, donde pasó su infancia; allí habría de cubrir en siete años su ciclo de educación básica. La zona montañosa aledaña combina períodos de nublados con súbitos cielos despejados que permiten ver las estrellas a lo largo del año. Los estudiosos de la biografía del Dr. Münch sólo encuentran algunos recuerdos del joven Guido que lo relacionen con su futura carrera: un padre jesuíta que en una ocasión le permite ver la Luna, con un pequeño telescopio refractor; y, años más tarde, se encuentra con los restos de un telescopio más grande destruído.

Su educación siguió en la Escuela Nacional Preparatoria, en el ciclo nocturno. Sin recursos económicos tuvo que trabajar al mismo tiempo, en la Suprema Corte de Justicia donde revisaba con escrupuloso cuidado las galeras de todos los casos que eran publicados, que memorizaba con interés; seguramente, se convirtió en un banco valioso de datos y no hay duda de que todavía podría hoy en día referirse a varios de ellos. Pero su camino era el de las ciencias exactas, puesto que ingresó a la Escuela Nacional de Ingeniería.

En el Palacio de Minería, se alojaba en esos años a ese semillero de científicos mexicanos que ha sido la Facultad de Ciencias. Quizás Guido Münch fué el primero que abandonó los estudios de ingeniería, como muchos lo han hecho a lo largo de los años, para ingresar a esa nueva Facultad, de donde obtuvo el grado de Maestro en Ciencias Matemáticas en 1943. El recuerda con gran respeto a maestros como Alfonso Nápoles Gándara y a Marianito Hernández que habrían de impulsar su magnífica preparación en matemáticas.

Con la fundación del Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla, en 1942, se organizó un congreso, que habría de marcar su rumbo definitivo. A ese congreso asistieron los grandes astrónomos de la época: Shapley, quien tanto hiciera por el nuevo centro de investigación; Otto Struve impulsor de jóvenes astrónomos, W. W. Morgan, Bart Bok, Sergei y Cecilia Gaposchkin y varios más. Después de todo la Cámara Schmidt de Tonantzintla sería el instrumento más grande de su tipo en el mundo, que habría de poner a la astronomía mexicana, con gran relevancia, en el mapa internacional.

Este evento indicó a Guido que había algo adelante de su grado de maestría. Y la oportunidad pronto se presentó con una carta de Struve, quien era entonces el Director del Observatorio McDonald. En ese documento boletinaba una plaza vacante de asistente de telescopio. Y ocurrió lo que era evidente: Guido Münch llegó a Chicago, el 1o. de abril de 1943 para convertirse en asistente del Observatorio de Yerkes, ávido de los conocimientos que se generaban con gran velocidad en la Universidad de Chicago. El dinero era escaso, por lo que tuvo que vivir al principio en el edificio del refractor de Yerkes, sin calefacción y con gran austeridad. Pero todo eso representó una barrera menor, puesto que en 1946 obtuvo el Ph. D. in Astronomy and Astrophysics, otorgado por la Universidad de Chicago.

Regresó a México en 1946, como investigador, en una época difícil para el desarrollo científico. Sólo permaneció alrededor de un año. Eran tiempos también de comparar lo que podíamos hacer en medios con más recursos. Münch regresó a Estados Unidos con la meta de hacer ciencia relevante y así lo hizo. Demostró que de la Facultad de Ciencias de la UNAM se podía obtener la preparación para formarse en las mejores universidades del mundo. Fue explícito en ese sentido, sin pretender ligarse a México y usar los recursos de otras partes del mundo. Con la filosofía que alimenta el trabajo del INAOE, hoy sabemos que un investigador en México tiene que colaborar en la construcción de infraestructura, porque de lo contrario tardaremos más tiempo en crecer. Guido no colaboró directamente en ello, pero llevó la imagen de México a los niveles más altos de reconocimiento internacional.

Sus primeras etapas de investigador las vivió cerca de Chandrasekhar, uno de los grandes astrónomos de todos los tiempos. De 1948 a 1951, fue un activo participante en el campo de la transferencia radiativa. En esos años, empezaba a ser claro que los modelos teóricos de atmósferas estelares podrían llevar al análisis deductivo del espectro solar, donde ya se tenían datos de varias décadas. Se desconocía, sin embargo, los mecanismos de absorción que regulaban la transferencia de radiación; en especial la producida por el hidrógeno negativo. Chandrasekhar y Münch introdujeron este mecanismo mostrando, por primera vez, que las temperaturas de color de las estrellas de la secuencia principal, de A0 a G0, podían ser interpretadas con la absorción producida por el hidrógeno negativo. Con ese artículo, ya clásico, se abrió la puerta para que todo proceso, importante en la transferencia de radiación en una atmósfera, fuera paulatinamente tomado en consideración.

Münch continuó produciendo nuevas contribuciones en el área de la transferencia de radiación. Es justo remarcar que, en esos años, la disponibilidad de cómputo electrónico era casi nula; por su capacidad matemática, con una enorme habilidad algebraica y un agudo manejo de métodos numéricos, dotó de herramientas importantes para los que vendrían después para sustentar su trabajo. Continuó con procesos estocásticos y con incursiones importantes en el estudio del papel que jugaba la turbulencia. Sin embargo, el deseaba tener algo más adelante, con más contenido de física.

Dos de sus colegas le habrían de significar una influencia importante. De un lado, Herzberg quien lo motivaría hacia la espectroscopía, con sus ya clásicos trabajos sobre espectros moleculares. De otra parte, W. W. Morgan, otro de los grandes astrónomos de este siglo, con quien empezaría a desarrollar aplicaciones espectróscopicas fundamentales.

Nuevos retos había para él, al ingresar en 1953 a la más prestigiosa institución del mundo en esos días: el Instituto Tecnológico de California, asociado a los observatorios de Monte Wilson y Palomar. El telescopio de 200 pulgadas empezaba a funcionar, con su espectrógrafo en el foco Coudë que utilizó con técnicas innovadoras. (Guido fue uno de los catorce astrónomos que podían usar el gran telescopio)

Así, emprendió un programa de observación de estrellas en el plano de la Vía Láctea, para observar superpuestas en sus espectros las líneas de absorción producidas por el material interestelar. En las direcciones adecuadas, obtuvo la velocidad, dando como resultado el trazo de algunos brazos espirales. Combinadas sus observaciones con las radioastronómicas, en 21 cm., se pudo conocer la forma de nuestra galaxia.

Por cerca de una década y media, dedicó sus esfuerzos al medio interestelar. Sin embargo, él buscó nuevos esquemas. En los años sesenta, la competencia espacial empezó a dar frutos jugosos en la dirección de la astronomía del sistema planetario. Münch fue invitado a participar en los proyectos iniciales de exploración de Mercurio, Venus, Marte y Jupiter con los proyectos Mariner, Viking and Pioner. Su visión clara de que medir y como hacerlo colaboró al éxito espectacular de estas empresas.

Después de veinticinco años en CALTECH, lo que había adelante era la dirección del Instituto Max Planck en Heidelberg en Alemania. Ya con la madurez que le habían dado más de 30 de años de productiva labor científica, estaba listo para asumir su parte de labor administrativa. Esta se realizó hasta el momento de su retiro en 1991.

Posteriormente, el Instituto Astrofísico de Canarias lo invitó a ser investigador, hasta que en 1996 decidió regresar a Estados Unidos. Hoy vive en la Jolla en California. Recibe invitaciones de muchos lados para participar en múltiples eventos. Es difícil encontrar tiempo en su agenda; sin embargo, es asesor valioso del Proyecto Gran Telescopio Milimétrico desde 1996.

Al final, algunos comentarios sobre su labor de formador de gente. Lo hago como uno de tantos de sus alumnos, que están en diferentes partes del mundo. Con enorme orgullo, con invariable respeto y sobretodo con profundo agradecimiento puedo transferir un breviario de lo que capte de él, especialmente para la atención de las nuevas generaciones que están en proceso de formarse como científicos en el INAOE.

El primer tercio de su carrera la desarrolló en el campo de la teoría. Cuando llegó a CALTECH su etiqueta era de teórico. Nunca lo aceptó así. Es más, cuando alguno de sus alumnos manifestó su deseo de ser astrónomo teórico, su respuesta fue contundente: "Ah caray, ¿que es usted muy bueno? Porque hasta ahora, (1959) los dedos de una mano son más de los que han existido" . En esta respuesta iba implícita una dura autocrítica, puesto que él no se incluyó en la lista. Y Guido es temido por la aplastante contundencia que tiene en sus críticas. Y no sólo sus estudiantes le temían en este sentido, ....también muchos astrónomos.

La autocrítica, junto con la imaginación y la inteligencia, son los atributos principales que debe tener alguien que quiera ser investigador de calidad. No intentar algo, que no pueda hacerse con excelencia, fue una de las enseñanzas básicas. En ello se incluye la preparación el tiempo que se dedica y la pasión con que se trabaja. Como excelente maestro, no sólo dibujó las metas ambiciosas que se debían alcanzar, sino también esbozaba los medios que se debían de usar para llegar a ellas. Su dedicación era de alta concentración, porque nunca condujo a muchos estudiantes a la vez.

Hay una recomendación que nunca fue explícita, pero que era evidente al estar cerca de él. Si bien es cierto que hay que dedicar muchas horas al día a la creación de nuevo conocimiento, tampoco la saturación es deseable. Hay que balancear con otras actividades gratificantes, quizás con la intención de llevar una vida feliz. Hace unos días nos comentaba sobre una queja sobre Chandrasekhar: que le hablaba a su casa los domingos para preguntarle si no pensaba ir a trabajar.

Ahora hay algo adelante para Guido Münch: ayudar a establecer en el INAOE la atmósfera de calidad académica que se requiere para hacer que el Gran Telescopio Milimétrico signifique un avance fundamental en esta comunidad científica que tiene la meta de llegar muy alto. Cerro la Negra se parece un poco a San Cristobal, con su alternancia de nublados y cielos limpios de muy alta transparencia. Hacemos votos porque así culmine su incomparable trayectoria científica.


Emmanuel Méndez Palma
Diario Síntesis, 18 de noviembre de 1997

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